Fue la lluvia bautismo en santidad, santidad de la palabra, dicha, entregada, regalada, compartida, saboreada, amasada en el ir y venir de los sentimientos, acunada en el latir de los corazones, lanzada a su destino de luz y de encuentros. Fue el viernes a la noche, en el cálido refugio de La salita. Allí estuvimos Miguel Mroue, Patricia Morante y yo. Y, por supuesto, los invitados de honor, Cristian Fraga y Jhohan Castellanos, los colombianos de guardia, miembros de Santa Palabra, maravillosos narradores, hermosos amigos, excelentes escritores, generosos visitantes. ¡Viva Colombia, que nos regala tanta belleza! En palabras y en personas. ¡Viva la palabra que nos reúne con amigos, que nos calienta el alma!
Gracias a todos los que, sin miedo a naufragar, enfrentaron las bocacalles inundadas y se dejaron llevar en ese viaje inolvidable a lomos de los cuentos.
¡Bellisima reseña, Ana! Todavía me dura la emoción del encuentro y hago público el comentario de la despedida: ¡GRACIAS POR HACERME CONOCER GENTE TAN LINDA, SIEMPRE! Y como me recordara Gustavo mi propia frase: A veces la lluvia, lejos de mojarnos, nos enciende como una dulce hoguera...Abrazos.
ResponderEliminarYa lo creo Ana (y Patricia). Con lluvia y un calor (ese fuego sagrado) humano, inteligente, divertido, que traspasó el escenario llegando con caricias al público. Lo pasé muy bien. Además, me sentí en Cali, Colombia. Vi talento, diferentes estilos y una comunión generada por la palabra, el gesto y las ganas de comunicar. Abrazo a todos los narradores.
ResponderEliminarAcompañada de los amigos y de las palabras que crean hermosas historias. Qué suerte.
ResponderEliminarUna sonrisa.
Así es, Juan Carlos, soy enormemente afortunada de poder vivir estos momentos únicos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Abrazos