viernes, 18 de marzo de 2011

Cena internacional (segunda parte)


Miró la hora. Faltaban quince minutos para la llegada de su invitado. Eligió una música romántica y se sentó a esperarlo. Se miró con placer las hermosas sadalias taco aguja que se había comprado especialmente para esa ocasión. En ese momento se dio cuenta de que no tenía ni idea de su altura. En casi un mes de chateo nuca se lo había preguntado. Cuando incorporaron el skype a sus contactos siempre lo vio sentado. Se preguntó entonces por qué nunca se puso de pie. ¿Es que era un hombre bajo? ¿Por qué nunca se lo dijo? ¿Qué pretendía esconder? ¿Cómo se le ocurría comenzar una relación así, con mentiras? Si había mentido en eso, ¿qué otras cosas ocultaría? Miró la mesa que tan minuciosamente había preparado. ¿Y si él no era capaz de apreciar esos detalles? ¿Y si en vez de comida internacional prefería un choripán? El timbre la sobresaltó. Por un instante estuvo dispuesta a abrir. Avanzó unos pasos hacia la puerta pero se detuvo. Pensó en el vino. ¿Y si estaba acostumbrado al tetrabrik? Nuevo timbrazo. ¿Y los tulipanes? A ver si todavía este era capaz de traerle un ramo de margaritas cortadas de la planta de la vecina. Otro timbre. Se miró en el espejo. Se dijo a sí misma que de ninguna manera se relacionaría con un tipo que solo fuera capaz de escuchar cumbia de la mañana a la noche. Si cedía, iba a terminar invitándola a la bailanta. ¡Por favor! Ella nunca, nunca, por ningún motivo, pondría un pie en un lugar como ese. Se dirigió al comedor sin hacer caso de los insistentes timbrazos. Que se quedara pegado, si quería. Ella no le abriría jamás en la vida. Jamás saldría con un hombre tan vulgar. Porque alguien que toca de esa forma el timbre no puede ser otra cosa que vulgar, ja. Subió el volumen de la música y se sentó a disfrutar ella sola sus manjares. Empezó por la ensalada. Sintió explotar en la boca la frescura picante de la albahaca, el tomate, las olivas. Y así, lenta y golosamente, fue degustando bocado tras bocado hasta acabar su cena. Después se sirvió una copa de champagne y bailó sola sobre la alfombra. Casi en éxtasis, se recostó en el sillón y revoleó las sandalias. Pero antes, por las dudas, desenchufó la computadora.



3 comentarios:

  1. ANA, ME HA ENCANTADO. HE SONREIDO, REIDO, PENSADO Y DISFRUTADO. LA NARRATIVA TE CABE Y MUY BIEN. COMPRENDO LO DE LA CORRECCION...ES QUE PARIR CADA SEMANA O CADA DOS (CON TODO LO QUE UNO HACE) TEXTOS, NO ES SENCILLO. MUY BUENO. CARIÑOS.

    ResponderEliminar
  2. Me gustó mucho, Ana. Increíble el giro que dio la historia. ¡Cuánto de femenino incluye ese "revoleo" de sandalias! Muy divertido. Gracias. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Gracias,queridos. Me costó darle el final. escribí tres o cuatro versiones hsta dar con esta que, creo, es la que mejor le cabe a la historia. Me parece que los sabores elegidos tienen mucho de femenino y el cuento pedía un enfoque directo sobre el personaje. Me pareció que la aparición del personaje masculino "real" no sumaba sino que aportaba un giro muy convencional. Creo que es muy bueno, de vez en cuando, reflexionar sobre el proceso de escritura. En verdad, nuestras complicidades nacieron así, de la reflexión de Gustavo sobre el encuentro de una frase disparadora, y miren qué bien nos está yendo.
    Abrazos.

    ResponderEliminar