La albahaca fresca caía en lluvia verde, intensa sobre los tomates, las aceitunas negras y la mozarella. El aceite de oliva y una pizca de sal completaron la fiesta de sabores. Después de varios fracasos amorosos, ella sabía que tendría una sola oportunidad para conquistarlo. Por eso, aunque era su primer encuentro, lo invitó a cenar. Decidió cocinar ella misma, nada de delivery. Como entrada, una ensalada caprese. Nada mejor que los sabores mediterráneos para llegar desde el estómago al corazón. Después una tarta de queso acompañada por un vino blanco, espumante. Bien francés. De postre, pastel de manzana con masa crumble, una exquisitez británica de esas que nunca fallan. El café, de Colombia, por supuesto, y con unos bocaditos de chocolate suizo. ¿Le faltaba algo a esa mesa de gala? Sí, claro, las flores. Llamó a la florería y encargó un ramo de tulipanes holandeses. Tres tulipanes, en verdad, si quería continuar con su vida normal el resto del mes.
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