Dicen que un viajero llegó a un pueblo y vio al narrador sentado debajo de un árbol contando historias. Cientos de personas se reunían a su alrededor para escucharlo. Un tiempo después el viajero volvió a pasar y vio al mismo narrador sentado bajo el mismo árbol contando cuentos. Pero esta vez estaba solo. Le preguntó:
-¿Por qué sigues contando si nadie escucha?
El narrador respondió:
-Antes contaba para cambiar al mundo. Ahora cuento para que el mundo no me cambie a mí.
Esa es la misión del narrador: ser esperanza, semilla, siembra. La palabra sembrada siempre, más tarde o más temprano, aquí o allá, en unos o en otros, dará su fruto.
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