lunes, 13 de abril de 2009

De pesos y medidas


Por mucho que avance la civilización y la cultura , todavía no ha podido superarse la sabiduría popular contenida en los refranes. ¿Quién no ha experimentado alguna vez que, efectivamente, y más allá de los buenos deseos, no hay mal que por bien no venga? A mí me tocó experimentarlo dos veces en esta semana y eso me hace pensar que hay una verdad esperando ser develada en esos hechos aparentemente insignicantes pero que, relacionados, pueden provocar interpretaciones interesantes.
El miércoles fui a ver mi médico, el Dr. Shultz, a quien jamás podré agradecerle debidamente que me haya liberado de mis migrañas. Ese temible mal me trajo como consecuencia el bien de conocerlo. En esta ocasión fui a verlo por el otro gran ogro devorador: el insomnio. Por supuesto, antes de darme la pastillita de rigor, me preguntó qué me pasaba, cómo estaban mis asuntos personales. Como buen científico que es, no se conformó ante mi respuesta de que todo estaba en prefecto orden, sino que siguió indagando y allí surgieron algunas cuestiones, ni todas buenas ni todas malas. Su respuesta fue más eficaz para mí que el alplazolam:”No hay que subestimar las emociones”. Esas palabras quedaron resonando en mis oídos por varios días.
El viernes fui aparticipar del Vía Crucis organizado por la Parroquia Virgen de las Flores, a cargo del P. Jorge Oesterheld, cuyo profunda valoración de la dimensión humana le permite abrir el camino más directo para provocar el encuentro entre Dios y los hombres.
Es una experiencia muy fuerte por el modo en que se organiza, haciendo participar a familias e instituciones del barrio y además entregando la cruz de Cristo a una persona distinta en cada tramo del recorrido. Me ofrecí a llevarla entre dos estaciones. En el momento en que la recibí, por error del que la entregó o por negligencia mía al no calcular la relación peso/altura o por tener las manos demasiado débiles, la cruz estuvo a punto de caerse. Gracias a Dios y a los reflejos de todos, pudimos evitarlo. Pero el episodio, trivial en el conjunto de hechos ligados a la Semana Santa, me dejó pensando, asociado a las palabras del Dr. Shultz. ¿Es que yo había tomado la cruz a la ligera, había subestimado su peso? Este pequeño mal, este pequeño bochorno, redundó en el gran bien de la reflexión sobre los hechos. Sin duda, no es poca cosa subestimar la cruz. Las cruces que nos tocan, sean grandes o pequeñas, demandan su dosis de dedicación y compromiso. Tal vez, la causa de muchos desequilibrios, de muchos dolores haya que buscarla en la tendencia exitista a minimizar los obstáculos, se llamen emociones, limitaciones, impedimentos, fracasos, frustraciones, enfermedades. Si detenerse en la lamentación y en la propia desconfianza paraliza, la negación de nuestras cruces nos impide tener criterio de realidad. Como en la mayoría de las cosas, el equilibrio probablemente esté en el punto medio: analizar con la mayor certeza posible nuestra realidad y actuar con la mayor pasión posible sobre ella.

1 comentario:

  1. ANA...QUE MIRADA...QUE IDEA: NO SUBESTIMAR LAS EMOCIONES. SOMOS ESO: LA EMOCION QUE NOS DESVELA, NOS RECORRE, NOS HACE HUMANOS, FRAGILES Y SOLIDOS; PARADOJALES...
    ME ATRAPO LA HISTORIA. CUANDO SE ATIENDEN ESOS LLAMADOS DEL CUERPO, LAS VOCES DEL ALMA, ES MUCHO LO QUE PUEDE HACERSE...SI SE DESOYEN...CUIDADO, NO NOS PODEMOS ENGAÑAR. HAY QUE ESCUCHARSE Y DEDICARSE A PENSAR POR QUE EL RIO SUENA. FUERZAS QUE, AHORA, PARTE EL TRAMO MAS FUERTE DEL CALENDARIO. GUSTAVO D´ORAZIO.

    ResponderEliminar