sábado, 21 de febrero de 2009

El narrador oral

Mi amigo narrador Boniface Ofogo Nkama escrbió un bello libro, Una vida de cuento, del cual extraigo estas palabras:
"El narrador oral interpela al público, le habla de tú a tú, de corazón a corazón; hace que la palabra cobre vida y emotividad; improvisa, recoge el aliento y el estado de ánimo del público; a través de la narración oral de un cuento, ya sea literario o de tradición oral, siempre descubriremos el encanto y la personalidad del que lo está narrando, por el acento que le imprime a determinado aspecto de la historia. Ningún narrador cuenta el mismo cuento de la misma manera que otro narrador, porque siempre surgirán matices derivados de la sensibilidad, de la subjetividad, de las percepciones, de las convicciones, de los valores, de los intereses personales e incluso de la ideología política. Cuando contamos una historia, estamos dando nuestra lectura de la misma. Quien cuenta un cuento primero tiene que hacerlo suyo, apropiárselo, "domesticarlo" e imprimirle sus emociones, sus propios sentimientos, para luego regalárselo al otro, al que lo escucha. Además de un oficio, contar cuentos es un acto de generosidad. Y escucharlos, un acto de complicidad".

1 comentario:

  1. ¡Qué hermosas palabras!
    Contar un cuento es pues un milagro. No entendido como esas situaciones que se dan con la intervención de lo sobrenatural, sino esa sencilla circunstancia que permite conocer al otro y hacerse conocer...
    Lo que sigue pertenece a Jorge Díaz, también narrador:
    "Contar un cuento es un milagro. Algo tan inexplicable como respirar, como abrazar a alguien, como enamorarse.
    Algo que puede ocurrir sólo de vez en cuando, aunque nunca sepamos si ese estremecimiento fue el aleteo de un ángel o una corriente de aire.
    No es cosa de decir: “voy a contar un cuento”.
    Sería como decir: “voy a hacer un milagro”.
    Hace falta que llegue su hora y que haya cómplices.
    El cuento es un misterio que sólo es revelado cuando alguien tembloroso se lo cuenta a alguien maravillado.
    Entonces, cuando lo está contando se produce el prodigio:
    El narrador regala con su palabra su piel, su sangre, su risa, su amor a corazón abierto.
    Cuando niño, encerré unos gusanos en una caja vacía de cartón.
    Pasaron unos días y al abrirla apareció una nube de mariposas que volaron al sol.
    Así son los cuentos: sólo se transforman en el aire, sólo palpitan en el aliento de ese prestidigitador que es el cuentacuentos".

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