sábado, 21 de febrero de 2009

Los cuentos trasmiten valores


Otra de Boni:
"Como cualquier obra de arte, el cuento encierra un aspecto estético que emociona, porque sirve a la palabra que abarca poesía, capacidad de seducción y musicalidad; el cuento es bello y habla también de los sentimientos y de las emociones, de los problemas y de las angustias del ser humano."

El narrador oral

Mi amigo narrador Boniface Ofogo Nkama escrbió un bello libro, Una vida de cuento, del cual extraigo estas palabras:
"El narrador oral interpela al público, le habla de tú a tú, de corazón a corazón; hace que la palabra cobre vida y emotividad; improvisa, recoge el aliento y el estado de ánimo del público; a través de la narración oral de un cuento, ya sea literario o de tradición oral, siempre descubriremos el encanto y la personalidad del que lo está narrando, por el acento que le imprime a determinado aspecto de la historia. Ningún narrador cuenta el mismo cuento de la misma manera que otro narrador, porque siempre surgirán matices derivados de la sensibilidad, de la subjetividad, de las percepciones, de las convicciones, de los valores, de los intereses personales e incluso de la ideología política. Cuando contamos una historia, estamos dando nuestra lectura de la misma. Quien cuenta un cuento primero tiene que hacerlo suyo, apropiárselo, "domesticarlo" e imprimirle sus emociones, sus propios sentimientos, para luego regalárselo al otro, al que lo escucha. Además de un oficio, contar cuentos es un acto de generosidad. Y escucharlos, un acto de complicidad".

viernes, 20 de febrero de 2009

domingo, 15 de febrero de 2009

Haiku


¿Les gustan los haikus? ¡Qué extraordinario poder de síntesis y de belleza! Con pudor comparto este puñadito para que ustedes también aporten los propios o los que fueron recolectando por ahí. El propio Borges y hasta Benedetti han escrito haikus.

I
Dicen silencios
tus ojos cerrados
sobre la almohada.

II
Surcan mi cara
los abrazos del tiempo
y expanden mi alma.


III
Árboles en invierno
silencio de ramas
y de nidos.


IV
Lirios de la fuente.
Duerme la tarde
en los brazos del aire.


V
¿Amas, corazón,
eternamente?
Apenas un parpadeo.


VI
Vibración del agua
herida de intemperie
huellas desnudas.

sábado, 14 de febrero de 2009

Album familiar

Nada mejor para la sobremesa del domingo que ir pasando de mano en mano el álbum de fotos y tratar de descubrirse unos a otros en el bebé de pelusa enrulada, en el chico que anda en triciclo por el parque, en la adolescente de vincha rayada y mirada provocativa o en la joven con panza de siete meses, que finalmente rsultó ser la abuela Teresa. El juego consistía en rastrear a un miembro de la familia cada vez. Y "cada vez" era el primer domingo de mes, cuando toda la familia se reunía en casa de tía Matilde, alrededor de la gran mesa de roble, para intercambiar novedades, criticar a algún pariente díscolo y compartir los infaltables capelletis que la abuela Mercedes se enorgullecía de amamsar, rellenar y dejar descansar durante tres días. Rosita e Inés se lucían con los potres, cada vez más exquisitos y más sorprendentes, como esa torre de tejas dulces sumergida en una fuente de mousse de frutilla y menta y bañada con chocolate y castañas; o esa isla flotante de limón iluminada por dentro con velas celestes y rosadas. Los hombres elegían los vinos y los descorchaban orondos, frente a mujeres y niños, con orgullo de enólogos y expectativa de catadores.
Pero en el fondo, todos, grandes y chicos, esperaban el gran momento. Quién sabe si hubieran prosperado los almuerzos de no haberse instalado en la familia el ritual obligado del juego del álbum. Y daba para mucho ese juego. Más de mil quinientas fotos, ordenadas cronológicamente con toda precisión permitían prolongar el entretenimiento y aun encontrarle variantes insólitas a lo largo de los meses: descubrir, por ejemplo, qué marca de cigarrillos fumaban Roberto y Juan Carlos, junto al primo Rodolfo, a escondidas de los padres y hermanos mayores. Si era necesario se acudía a una lupa para ver, sin lugar a dudas, todos los detalles, como la impresión que había causado el nuevo novio de Nené a juzgar por las miradas de hermans y primas que, con o sin disimulo, habían quedado congeladas en las fotos.
Probablemente la primera en notar el cambio fue Marceliana, un domingo a la tarde, cuando ya se habían ido casi todos y a ella se le ocurrió mostrarle su foto de casamiento a una amiga de la hija. Pasó las hojas de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante sin encontrarla. No podía ser que faltara esa foto. En el tercer intento, algo parecido a lo que buscaba la llamó la atención. Los personajes eran los mismos, ella y Antonio tomados del brazo; pero no había vestido de novia , ni traje de gala, ni cutis lozanos. Estaban vestidos con ropas domésticas, llevaban pantuflas de lana y tenían la cara y las manos plegadas por numerosas arrugas pequeñas que les daban un aire ajeno. Marceliana se quedó mirando un rato esa extraña fotografía que la mostraba junto a su esposo, pero treinta años más tarde. No dijo nada en el momento. Cerró el álbum con una excusa y lo volvió a poner en su lugar, sobre la mesita ratona.
Poco a poco el resto de la familia fue advirtiendo la novedad. Aunque nadie se animara a reconocerlo públicamente, lo cierto era que el álbum ya no les mostraba su pasado; ahora les adelantab el futuro. Al principio resultó una nueva forma de jugar en secreto. Tobías quería saber qué le iban a regalar para su cumpleaños número ocho. Aventuraba algunas opciones y después corría al álbum para comprobar una y descartar las otras o sorprenderse con algo inesperado. ¿Recibiría Matías el premio en el concurso de aeromodelismo? ¿Se ganaría Susana el viaje a Orlando? ¿Luciana se casaría con Alejandro o con Andrés? Las preguntas se multiplicaban de modo extraordinario. Ya no era posible esperar al primer domingo de mes. Todos los días, en cualquier momento, alguien se aparecía por lo de Matilde para "hojear un ratito el álbum" y desaparecer luego sin hacer comentarios. Seguramente, un observador atento hubiera detectado, por la expresión de los rostros, los resultados de tales investigaciones. Pero en verdad no había margen para observaciones atentas ya que las miradas y los gestos se habían vuelto furtivos, desconfiados. Ya fuera porque cada miembro de la familia se considerara el único protagonista del fenómeno o porque nadie quería exponer su futuro a la vista de los demás, el hecho es que todos cumplían a rajatabla con el tácito acuerdo del "como si". Como si nada pasara. Como si todo siguiera igual que antes. Como si el miedo no los hubiera ido ganando de a poco con esa extraña seducción que a veces provoca lo inevitable y que al mismo tiempo repele y atrae.
El primer conflicto serio se produjo el día que Fernando se lo llevó a su casa. Los primeros en enterarse pusieron el grito en el cielo: qué seguridad había de que no cambiaran o perdieran las fotos, el álbum era de todos y debía estar al alcance de todos, si a cada uno se le ocurría llevárselo , nadie sabría nunca dónde encontrarlo, no se puede estar viajando de un lado a otro para mirar una foto, etc., etc. Los que tardaron en enterarse protestaron porque a ellos nadie les había avisado.

El almuerzo de septiembre fue mucho más corto. La comida se sirvió rápidamente, apenas hubo un solo postre y en seguida se levantaron los platos. Carmen trató de disimular la ansiedad evidente ofreciendo café y tés saborizados. Algunos aceptaron, sumándose al esfuerzo, pero otros no pudieron evitar competir por la primacía del álbum. Ángel ganó la carrera y se instaló en el sillón del escritorio. Dijo que quería ver algo, él solo. A los pocos minutos regresó. Estaba pálido. Parecía agobiado por un enorme peso. Balbuceó una disculpa y se fue.
Todavía estaban comentando la inesperada partida de Ángel cuando los gritos de Inés los obligaron a correr al escritorio: Lucrecia se retorcía en el piso, mordiéndose los labios hasta sangrarlos y llorando desconsoladamente, con el álbum de fotos apretado contra su pecho.

-Es un brote sicótico- dijo el médico. -Debe haber tenido un disgusto grande o una impresión muy fuerte. Hay que internarla.
Mientras los hombres se encargaban de reunir documentos, recetas, órdenes médicas, y las mujeres ponían ropa de Lucrecia en un bolso, jabón, toallas, Matilde, discretamente, tomó el álbum, que había quedado en el piso, y lo guardó en el altillo, sin que nadie la viera o, al menos, sin que nadie hiciera ningún comentario.
Desde entonces no hubo más almuerzos familiares los primeros domingos de mes. Todos estaban cada vez más ocupados. El ritmo de vida, las obligaciones. Además, de tanto en tanto, había que ir al hospital a visitar a la pobre Lucrecia, que no conocía a nadie, es verdad, pero seguía siendo de la familia. Y, claro, ya no quedaba tiempo para ver fotografías.

jueves, 12 de febrero de 2009

El fuego de una pasión

Al llegar a la esquina se encontraron, se miraron a los ojos y se besaron apasionadamente, muy apasionadamente. Sus cuerpos abrazados se abrasaron y envolvieron en su abrazo de brasas a los desprevenidos transeúntes que pasaban por allí. Cuando, varias horas más tarde, los bomberos lograron dominar el incendio, encontraron, entre los depojos del fuego, dos bocas carnosas, vivas, palpitantes, unidas para siempre en un flamígero beso interminable.

La identidad del hombre: la narración del narrador

Extraído de un artículo de artículo de Hugo Mujica:

"Las historias acontecen a quienes son capaces de narrarlas. Palabra a palabra narro quuién soy, narrando me digo, diciéndome y recuperando el sentido de lo que viví, me creo y me transformo"

La gota que horada los sueños

Es mi tercer libro. No está editado aún. ¿Adividen de quién es el diseño de tapa? Sí, correcto. De mi amiga Gabriela Morales. La idea es que salga este año. Mientras tanto les adelanto algo:

I
Y debajo del rocío
una escarcha fina y granulada
atraviesa las impávidas arenas
y cunde con certeza
decidida
sobre la superficie del desierto
penetra por sus grietas
recorre sus cavernas más ocultas
sacia las hambres ancestrales
sella con su lengua
la alianza de espíritu y de carne
la alianza
del amado y de la amada
y pronuncia por fin
uno a uno
lentamente
los sonidos de un nombre
y ese nombre se levanta
húmedo de amor
y camina
sobre la arena
sobre la escarcha
sobre el rocío
y ese nombre nombra
desde entonces
los nombres del amor.

II

El agua cruje
bajo la cruel pisada del tiempo.

El alma cruje
desde el hondo trepidar del verso.

El agua se quiebra en pedazos de alma.

Solo el verso
con su inocencia de palabras
estalla
en gritos verdaderos.


III

Me soñé bruma
en medio del bosque
paisaje claroscuro
misterio
rayo lunar
voz otra y distinta
entre bocinazos y ecos
de palabra ajena
pero desperté
pies que corren empujados
por urgencia de semáforos
dedos que se estiran pretenciosos
de rozar el polvo cósmico
y descubren
sobre la palma de la mano
apenas
un puñado de cemento.


IV
La moneda caía del lado de la sombra
y la sombra era
finalmente
ese mezquino abrazo
tan temido y sin embargo
buscado
como si
un instinto remoto
azul tal vez
arrastrara
esas torpes zapatillas
agobiadas
de cementos y de fríos
mendigando
su parte de misterio
la secreta luz
de los ocasos
la última guarida
temblorosa
antes
un segundo antes
de alcanzar
el límpido aunucio
del fin.

martes, 10 de febrero de 2009

¿Qué es poesía?

Desde siempre, poetas, críticos, historiadores de la literatura, pensadores, filósofos, amantes del arte se han preguntado qué es la poesía. Algunos han intentado respuestas más o menos pragmáticas, más o menos emotivas.
El poeta Carlos Barbarito, cuyos poemas recomiendo, nos dice:
"Escribir un poema es un acto peligroso. Nos empuja tanto hacia el centro del mundo, hacia la médula de los otros y de nosotros mismos, que nos convierte en extranjeros. Nos aísla, exila, nos vuelve extraños. El idioma que usa el poeta no es de todos los días, el cotidiano; es, como bien dice un contemporáneo, un dialecto. Por más que hable con palabras de diccionario o aparentemente comunes, lo que de ellas hace el poeta, en su alquimia, en las sucesivas destilaciones, en la busca de otros planos, de otras significaciones, las sitúa en otra parte, las relaciona con la magia, las llena de poderes, las convierte en sistemas de espejos, en intrincados jardines. La poesía depara descubrimientos pero, también, trae soledades."

Urgencia de luz

Es mi segundo libro. Salió en julio de 2005, con prólogo de Paula Martín y presentado por Alicia Origgi. La ilustración de tapa también la hizo Grabriela Morales. La primera presentación fue en La Nube. La segunda en la Parroquia Virgen de las Flores. Alejandro y Luis Visconti vinieron a cantar y a animar. Fue una verdadera fiesta: hubo música, baile, brindis, amigos y poesía. Aquí van algunos poemas:

El deseo es un niño
de mirada furtiva.
El deseo es un niño
golpeando mi pecho.
Desde el fondo de los sueños
tu voz grita
urgencias y promesas.
Pero...
En el fondo de los sueños
se ahoga tu voz
y se me escurre,
arena pálida y oscura
entre los dedos.
Y yo ingreso lentamente
a tu morada
con un niño dormido
sobre mi pecho.

La frente quieta de mi padre
y los sueños que se agolpan ansiosos
sobre ella.

De los sueños emerjo
niña
de cara redonda
novia
de vestido blanco
madre
que acuna otros sueños
hija, por fin
que apoya
su mano imprecisa
sobre la frente quieta de mi padre.

”Ana de pies humedecidos”
dijiste irreverente
y tu palabra grabó sobre mis venas
una imagen de mujer
sonámbula de sueños
caminante de promesas.
Verás entonces
que ni el tiempo ni las horas
ni los besos ni los vientos
quebrarán la profecía
y encontrarás una mañana
agazapada en el espejo
una imagen de mujer
de mirada seductora
y sonrisa voluptuosa
que te grita irreverente:
“Ana de pies humedecidos”.

en Venecia

Un canal de lágrimas
desciendió de las barandas
labradas en el hierro
como un horizonte bordado
horadado de tiempo
de sales, de suspiros
de ojos enigmáticos
de bocas estampadas
en los sutiles encordados
del aire.
Un canal de lágrimas
corrió
entre arenas arduas
entre Mozart y Vivaldi
y un millón de copas
abiertas al brindis
infinito
hasta dormirse mansamente
en el corazón
profundo y eterno
de una muñeca veneciana.

El aullido del viento
se hizo agudo
y atravesó
como un disparo
mi corazón.
Pero entonces el viento
alzó su coro de letanías
y todo fue oscuridad
y vidrios rotos
y astillas sobre mis manos
y saber
que en medio de la noche
se oirá por fin un grito
que partirá para siempre
las sombras
y ya no podré ver
las puntas de tus pies
danzando como antes
sobre mi alma.

El agua contra los muros
y este dolor distante
puerta abierta hacia el deseo
perseguido
perseguido
inalcanzable
sumergido en el océano
del tiempo.
Tal vez mis manos
estiradas
podrán tocar apenas
la cabellera vaporosa
de la infancia
y alcanzar una minúscula gaviota
de seda
transparente
como el beso del principio
del instante
perdurable apenas
apenas un instante
un parpadeo
y de pronto
la muerte
la auténtica
la única
la propia
sin ropajes
sin valijas
la muerte verdadera
asomada sin pudor
en el fondo de la copa.

martes, 3 de febrero de 2009

Las edades del alma

Es mi primer libro de poemas. Apareció en 2000. El prólogo lo hizo mi querida y admirada amiga Angélica Alberico. La ilustración de tapa es un diseño original de otra querida y admirada amiga, artista plástica, Gabriela Morales. El diseño interior, edición, impresión y armado corrieron por cuenta de Comunicar publicidad, cuyo responsable es Miguel Tizziani, es decir, mi marido. ¿Puedo pedir más?
Aquí van algunos poemas:

I
a Stella

La noche se abre
ante mí
como una herida larga.
Tu rostro
(no el de los retratos
sino el nuevo,
el que intuyo e imagino)
se diluye
entre mis manos
como arena.
Te busco torpemente
en los múltiples espacios
que mi cuerpo deja.
Te busco vanamente
en los silencios
de tu boca clausurada.

El tiempo ahora es un abismo.

¿Quién me buscará
cuando lo cruce?


II
a Marc Chagall


En este caos
de blancas asperezas,
de dolores anónimos
y de ciegas gargantas,
solo el color de tus manos
aloja
tibiamente
blandamente
los sueños secretos,
los sueños que buscan
espacios posibles,
los sueños que gritan,
que empujan los bordes del mundo,
que estallan y caen
como estrellas infinitas,
como océanos de luz,
fecundos océanos
que construyen
las formas de la vida,
que retornan al orden
verdadero.


III

Ojos de piedra

socavan
la profundidad
de mi vientre.
Ojos de piedra
clausuran
regiones fecundas
de mi sangre.
Ojos, boca, manos
de piedra
levantan
desiertos imposibles
balncos desiertos
que alejan
los contornos de la vida
figuras borrosas
que danzan
en puntas de pie
sobre las sombras.
Silencio
de voces
y de almas.



Perfil volador


Soy Ana María Oddo. Nací en Capital Federal, en el barrio de Flores, el 10 de octubre de 1950. Dicen que las ciudades dejan su impronta en las personas. Será por eso que soy un poco gris, un poco luminosa. Desde los doce vivo en el Oeste del Gran Buenos Aires, primero Morón, después Castelar, que por ahora me cobija con sus árboles y sus pájaros cantores y yo le hago creer que es mi lugar en el mundo, aunque, si me permite, señor Serrat, "no me siento extranjera en ningún lugar".
A veces camino firme sobre la tierra. Es cuando me dedico a mi trabajo formal, la docencia en institutos secundarios y terciarios. Pero otras veces, no tantas como quisiera, siento que mis pies desarrollan alas y salgo a volar como los personajes de los cuadros de Chagall (a veces me parece que me hubiera pintado a mí) y me ubico sobre el mundo de cabeza, a lo largo o en cualquier posición porque pierdo toda referencia material. Son los momentos mágicos en que un poema, un cuento, una palabra, una "boca que vuela" realizan el milagro y se puede sentir que es posible tocar la esencia de la propia vida.
Atando cabos, no es tan difícil darse cuenta de cuál es mi veta. Docencia, poesía, narración oral, arte, en una palabra, comunicación. Y porque quiero comunicarme nació este blog. No para hablar de mí, que es la parte más pesada y que estoy tratando de sortear con elegancia, sino para dar y recibir, para entregar mi palabra con la ilusión de que otro la tome.

lunes, 2 de febrero de 2009

Boca que vuela

La poesía es un lugar de encuentro donde todas las voces y todos los ecos dejan su marca. Fugacidad y persistencia en este lenguaje cifrado, único y múltiple, encerrado en la botella transparente de la poesía, arrojado al mar de las palabras en busca del lector que, paciente, descubra la clave, reconozca el mensaje y comparta la promesa.
Por eso este espacio, donde la palabra será la protagonista, la palabra que vuela de boca en boca y de mano en mano. La palabra que une distancias y crea belleza, que borra los engaños del tiempo e ilumina miradas, que entibia corazones y poco a poco construye caminos. Una buena manera de empezar a encontrarnos es recordar a Miguel Hernández:

"Boca que vuela
corazón que en tus labios
relampaguea."