martes, 3 de febrero de 2015

Caminata matinal

Enero. Ocho de la mañana. Camino por la plaza de Morón. La frescura de los árboles me acaricia. Aunque es temprano, hay niños en las hamacas o corriendo sobre el césped. Hay grupos de amigos tomando mate. Hay una mujer depilándose las cejas. Hay gente yendo y viniendo. En una esquina, junto a dos desconocidos, está mi hermano. Mi hermano treinta años atrás. Mi hermano con el pelo negro y la piel joven. Quiero ir hacia él, estrechar su mano fresca. Pero el camino estalla, el sol duele sobre la piel, la claridad deslumbra. Silencio. Los árboles han huido. Y yo me quedo así, encandilada, perdida en un súbito desierto.

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