Vladimir presentó a Petrus. Y Petrus se hizo presente. Y el "había una vez" realizó el hechizo: Petrus, con camisa, saco y corbata, ladró a discreción; Vladimir emocionó y se emocionó, se rió feliz e hizo reír a todos; los amigos amigaron a más no poder, con mimos y sorpresas; las palabras brotaron como de una galera gigante y multiplicaron la magia. Yo tuve el placer de narrar. Pero lo más importante: estuve ahí, en medio de toda esa bella gente (incluido Petrus, claro).
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