Cuando era chica me enseñaron que no debía usar el nombre de Dios en vano. Siempre traté de cuidarme de semejante herejía. Pero creo que no es banalizar la cosa decir con total convicción: "¡Gracias a Dios, existe el blog!". El blog, tu blog, mi blog, millones de blogs, que día a día van registrando el mundo personal de sus autores y todos los vínculos que cada uno de ellos establece. Millones de blogs que publican poemas, cuentos, opiniones, invitaciones, sugerencias, fotografías, cuadros, videos, dibujos, animaciones y todo cuanto la creatividad del ser humano pueda producir. Y eso
es lo que pasa. Y pasa de un modo rotundo, tanto que muchas veces puede cambiar la vida de quien publica o de quien lee, de quien muestra o de quien ve.
No estoy de acuerdo con ningún tipo de monopolio, ni privado ni estatal. Creo que
lo que pasa es tan vasto y diverso que ningún medio puede arrogarse el privilegio de abarcarlo, sobre todo si ha decidido especializarse en determinado aspecto de la realidad. Esto no es criticable: todos nos especializamos en algo, elegimos un camino, un estilo, una temática. Lo terrible es creernos y hacer creer que eso es
lo único o al menos lo único importante. Es una muestra de autoritarismo disfrazado de servicio público. Es decir, lo mismo que venimos soportando de uno y otro lado del ring sociopolítico en el que hemos sido encerrados los sufridos ciudadanos, que, como atontados por los golpes, vemos cómo cruzan sobre nuestras cabezas acusaciones y desafíos de todos los colores, sin poder recuperar nuestra capacidad de reacción.
Pero están los blogs, nuestros, verdaderos. Benditos rincones donde pasan cosas maravillosas, tran ciertas y necesarias como el aire.
¡¡Bendito sea el blog que muestra lo que pasa!!