Pasión por la vida, a la que se aferró tan dolorosamente, y por Diego Rivera, el hombre que le descubrió el sentido de la existencia: unión de contrarios, atracción del dolor, eclipse de planetas contrapuestos en turbulencia para generar vida, para dar y darse, completamente, en cada obra, en cada gesto, ciclo constante de muerte y creación. Más allá de sí misma, Frida le escribe a Diego este poema que él recibirá tres años después de la muerte de ella y pocos días antes de su propia muerte:
En la saliva
en el papel
en el eclipse. En todas las líneas
de todos los colores
en todos los jarros
en mi pecho
afuera, adentro
en el tintero
en las dificultades de escribir
en la maravilla de mis ojos
en las últimas lunas del sol
(el sol no tiene lunas) en todo.
Decir en todo es imbécil y magnífico.
Diego en mis orines - Diego en mi boca - en mi corazón, en mi locura, en mi sueño, en el papel secante - en la punta de la pluma, en los lápices - en los paisajes - en la comida - en el metal - en la imginación. En las enfermedades - en las roturas - en sus solapas - en sus ojos - en su boca - en su mentira.
No hay comentarios:
Publicar un comentario