Mi padre camina por la orilla del río.
Va solo contra el viento.
No pierde, sin embargo, la elegancia. El saco abotonado, la
camisa planchada, la corbata impecable. (Mi padre siempre amó las corbatas).
Sobre el pedregullo resuenan sus pasos de zapatos
acordonados, lustrosos.
Es joven mi padre. Todavía es negro su cabello. Su boca
anhelante destila esperanza. Habla de un tren, una estación, una mujer tibia.
Es joven, muy joven. Tomo su mano de niño casi y camino con
él por la orilla del tiempo. Nuestras huellas se confunden, se abrazan. Nos
miramos largamente con esa hondura que da el saberse solo del aire. Me sonríe.
Es tan joven. Aún no sabe que lo veré llorar ausencias, que me envolverá su
olor dulce, que amará hasta lo más íntimo del hueso. Ese joven que camina por
la orilla y que va solo contra el viento no sabe aún que será mi padre.
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