La Casa Azul de Padua nos recibió con su frescura, su sencillez y su
sensibilidad a flor de piel. Cristian, con su tono sereno y sus ojos
siempre asombrados ante la belleza, nos abrió las puertas. Claudia, con
el mismo amor, sirvió el café, trajo el edulcorante, leyó sus hermosos
poemas, cantó con esa dulzura que la caracteriza. Gustavo D'Orazio, mi
escudero fiel, me acompañó y me apoyó, más brillante que nunca. Las
chicas del taller de narración oral me mimaron como siempre. ¿Yo? Una
vez más me sentí feliz y agradecida, rendida ante el poder de la poesía.
Y sí, Contar los días estuvo allí y vivió una inolvidable experiencia.
Feliz 2017. Saludos a Miguel. Brindo por nuestra amistad. Gracias por tus palabras en este post. Abrazos.
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