Ojalá no digan
viajaba cada día mansamente
respirando despacio
el aire ajeno
escaso
del vagón.
Ojalá digan en cambio
amó las flores
cada brote la emocionaba hasta las lágrimas
fue feliz desde la médula
en el abrazo del amigo
en el ver crecer la vida
entre esas manos pequeñitas
que la acunaron tantas veces
para volver a empezar.
Ojalá no digan fechas
o lugares
vanos
pero sí esos días de puro amor
de piel entera amando
olvidada del mundo
como si fuera posible
-a veces es posible-
saberse solo del aire
y soplar sobre la tierra
y atravesar el fuego sin quemarse.
Ojalá digan
engendró palabras
como engendró hijos
parió hijos
como palabras
para la redención.
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