Sí, esta vez fue en Domus, ese bello, "necesario", espacio en el arte. Con sus cuadros, sus piezas de arte, sus mesas coquetas, sus mantelitos bordados, el exquisito té con masas y la calidez de Graciela y Alejandra, Domus fue el marco perfecto para una tarde de cuentos. La palabra, con su magia imbatible, con sus altos y sus bajos, con su poder de explorar las más distantes regiones, fue, una vez más, la protagonista. El público entusiasta se sumó al juego, se dejó conducir y acompañó con risas, aplausos y emociones. Y allí estábamos Elena y yo, rodeadas de cariño y de belleza, envueltas en ese inconfundible calorcito que flotó en el aire y aventó el frío cada vez que una historia se desgranaba. El broche de oro fue el recuerdo-homenaje: leímos, emocionadas, palabras de Facundo Cabral.
Y esto ha venido para quedarse: los segundos domingos de mes,
Té con cuentos en Domus, una buena costumbre que aligera el ama, sana el espíritu y deleita el paladar. ¡A no perdérselo!